¿Cómo detectar el maltrato sicológico?
La violencia sicológica o emocional, que a menudo conduce a la agresión física, suele ser un proceso prolongado y gradual durante el cual la persona maltratada no percibe cómo el maltratador va vulnerando sus derechos, faltándole el respeto y humillándolo, y minando poco a poco su autoestima y confianza en sí misma.
De acuerdo a la sicóloga María Vega Funes Martínez, experta en Criminología, “unos maltratadores comienzan en el noviazgo a dar señales de violencia sicológica, otros empiezan a mostrar algunos signos tras el embarazo del primer hijo”.
“La violencia sicológica se viste con innumerables ropajes para acecharnos desde el rincón más insospechado. Unas veces se muestra bajo la forma del maltrato sicológico, compuesto por vejaciones, humillaciones y trato degradante más o menos continuado”, señala la sicóloga y escritora Ana Martos Rubio.
“Cuando se abusa de un niño, la herida física puede sanar pronto, pero las cicatrices sicológicas pueden permanecer siempre. Es el caso de un padre que regularmente “humilla” a un hijo y se aleja fríamente cuando el niño le pide afecto y atención”, explica el sicólogo Pasqual Casalta Ferrer, perito sicólogico.
Un gesto, una mirada, una palabra, una omisión. Rechazos, insultos, acusaciones, amenazas, críticas destructivas, gritos, manipulaciones, silencios, indiferencias, descalificaciones y desprecios. A veces directos y a veces velados, en ocasiones realizados con acritud y otros con aparente inocencia.
Son algunos de los dardos, cargados de un sutil pero letal veneno, el de la desvalorización de la víctima, que utilizan los maltratadores para destruir sicológicamente a sus destinatarios. Una ponzoña de acción lenta pero permanente, cuya fuente puede pasar inadvertida, que va “matando el alma”.
Aunque, para desconcierto del maltratado, unas veces se comportan como verdaderos ogros y otras como lobos con piel de cordero, sus comportamientos tienen un común denominador: Son intencionados, se ejecutan desde una posición de poder y buscan producir un daño sicológico, destruir la autoestima y reducir la seguridad personal.
Obligar a los demás a hacer, omitir o decir algo, dar consejos acompañados de amenazas, desoír a nuestros hijos, ignorar a la pareja, manipular a los familiares, chantajear emocionalmente a los amigos, menospreciar a otras personas, “sacrificarse” por los demás, quitarnos de encima a alguien de nuestra vida...
Son formas más o menos sutiles, pero siempre nocivas para quien las recibe y tolera de maltrato sicológico, que conviene aprender a reconocer e identificar, para poder defendernos de esta forma de ultraje que a menudo puede ser más nocivo para las emociones que el daño físico, porque es más sibilino y menos evidente.
Según la sicóloga y escritora Ana Martos Rubio, autora del libro ‘¡No puedo más! Las mil caras del maltrato sicológico’, “la violencia sicológica se viste con innumerables ropajes para acecharnos desde el rincón más insospechado. Unas veces se muestra bajo la forma del maltrato sicológico, compuesto por vejaciones, humillaciones y trato degradante más o menos continuado”.
Otras veces aparece en forma de manipulación mental, compuesta por sobreprotección, influencia sobre nuestra percepción y manejo más o menos visible de nuestros actos. La violencia psicológica está ahí, en algún sitio, y en cualquier momento nos puede tocar”, señala la experta.
La agresión comienza inadvertidamente
De acuerdo a la sicóloga María Vega Funes Martínez, experta en Criminología, “el maltrato sicológico se suele manifestar como un largo proceso en donde la víctima no aprecia cómo el agresor vulnera sus derechos, cómo le falta al respeto y la humilla. De esta manera, la víctima va progresivamente perdiendo autoestima y seguridad en sí misma”.
“El inicio es variable, depende de las personas que configurarán la relación y de circunstancias diversas. Unos maltratadores comienzan en el noviazgo a dar señales de violencia psicológica, otros empiezan a mostrar algunos signos tras el embarazo del primer hijo o de repente sin haber una señal propiamente dicha la persona es otra para su pareja o los que le rodean”, explica esta especialista.
Según Funes Martínez, “en el caso de parejas hay una etapa de atracción o enamoramiento en la que la víctima no se da cuenta de ciertas señales que no pasarían desapercibidas para otros. Desde un control de la imagen, un sentido de posesión exagerado o ciertas señales que conviene hacer patentes para que la víctima no se vaya sumergiendo en una situación de caos e indefensión”.
“Casi todos reconocemos los insultos, las continuas comparaciones para descalificarnos, el tono de voz duro y desagradable, un volumen alto con el ejemplo clásico de los chillidos y gritos, la mirada fija, la risa sarcástica y sabemos distinguir una cara de asco cuando nos hablan.
Estos signos a los que restamos importancia van provocando en nosotros malestar interno y profundo”, explica la directora del gabinete psicológico Vega Funes.
Moralizar, interpretar, tergiversar, interrogar, mandar u ordenar, imponer soluciones, criticar, ridiculizar, despreciar, reprender, amenazar o coaccionar, culpabilizar a otras personas y hacerse la víctima ante ella, son algunos “ejemplos de esa comunicación que vulnera nuestros derechos básicos y que a la larga merman nuestra autoestima”, señala la experta.
Cuando la víctima es un niño
“Cuando se abusa de un niño, la herida física puede sanar pronto, pero las cicatrices sicológicas pueden permanecer siempre. Es el caso de un padre que regularmente “humilla” a un hijo y se aleja fríamente cuando el niño le pide afecto y atención”, explica el sicólogo Pasqual Casalta Ferrer, perito sicólogo y colaborador con la Administración de Justicia.
Según este especialista en sicoterapia de la European Federation of Pychological Asociation (EFPA) “médicos, legisladores y profesionales de la salud mental están cada vez más preocupados por el maltrato sicológico, el cual ha sido ampliamente (a veces vagamente) definido como acción que perjudica el comportamiento del niño o su funcionamiento cognoscitivo, emocional o físico”.
“Este síndrome puede incluir rechazo, aterrorizamiento, aislamiento, explotación, falta de socialización, degradación y corrupción de los niños tanto como no responder emocionalmente. El deterioro que resulta tanto emocional como mental o social puede impedir que un niño alcance a realizar todo su potencial en la vida adulta”, señala el experto.
Para Casalta Ferrer, “esto también ocurre sin abuso físico y está relacionado con los niños que mienten, roban, tienen baja autoestima, desadaptación emocional, dependencia, bajo rendimiento, depresión, fracaso en prosperar, agresión, homicidio, suicidio, tanto como problemas psicológicos más tarde en la vida. También puede tener parte en los desórdenes del aprendizaje”.
Comentarios